Calor, el fenómeno climático que ya no podemos ignorar: IPN

Mariana G. Sixtos

9 de julio de 2025

En los últimos años, México ha experimentado temperaturas extremas que han roto récords históricos, que afectan la salud de miles de personas y puesto en alerta a comunidades enteras. Las olas de calor ya no son un fenómeno ocasional, se han vuelto cada vez más frecuentes, más intensas y más peligrosas.

El investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN), Leodegario Sansón Reyes, explica que una ola de calor es un periodo prolongado, de al menos tres días consecutivos, en el que las temperaturas máximas diarias se sitúan por encima del umbral habitual de una región y varía dependiendo del país e incluso la altitud. En el caso de la Ciudad de México (CDMX), se considera que hay una ola de calor cuando la temperatura máxima supera los 33 o 34 grados °C, umbral que corresponde al percentil 95 de las temperaturas registradas históricamente.

Pero la temperatura por sí sola no explica todo. Hay otros factores que influyen en la sensación térmica y en los riesgos para la salud: la humedad relativa, la ausencia de viento y las condiciones atmosféricas estables también juegan un papel determinante.

“El calor no se disipa si no hay viento. Si a eso le sumamos una humedad baja y una alta radiación solar, la sensación de bochorno y el impacto en la salud se multiplican. Por eso no es sólo una cuestión de grados centígrados: hablamos de un conjunto de condiciones meteorológicas”, explicó el coordinador de los Programas de Ingeniería Meteorológica de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA), Unidad Ticomán.

Entre esas condiciones, destaca un fenómeno menos conocido pero muy importante denominado la inversión térmica. Normalmente, la temperatura del aire disminuye con la altitud, pero durante una inversión, esa relación se invierte: el aire más cálido queda atrapado sobre el aire más frío e impide la circulación vertical de la atmósfera. Esto no solo intensifica el calor en superficie, sino que también favorece la acumulación de contaminantes, agravando los efectos sobre la salud.

En entrevista para la Agencia Informativa Conversus (AIC), Sansón Reyes dijo que “con una inversión térmica, el aire caliente se queda arriba y el frío abajo, como si hubiera una tapa que impide que el aire se mueva. Esto causa estabilidad atmosférica, cielos despejados, más radiación solar y por supuesto, más calor”.

¿Y QUÉ PASA CON LA CANÍCULA?

En este contexto de calor extremo, es común que se mencione otro fenómeno: la canícula, aunque a veces se confunde con una ola de calor, es un evento distinto, aunque relacionado.

La canícula es un periodo de seis a ocho semanas, entre julio y agosto, caracterizado por una disminución temporal de las lluvias en algunas regiones de México, sobre todo en el centro, oriente y sureste del país. Esta disminución se combina con temperaturas elevadas y cielos despejados, lo que genera una sensación intensa de calor seco.

De acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), la canícula suele iniciar después del 15 de julio y afecta especialmente a estados como Veracruz, Tabasco, Tamaulipas, San Luis Potosí, Hidalgo, Puebla, Oaxaca, Chiapas y la Península de Yucatán. Aunque no ocurre con la misma intensidad cada año, su presencia agrava las condiciones de sequía y estrés hídrico.

La explicación científica detrás de este fenómeno radica en la dinámica atmosférica. Durante la canícula, se establece una zona de alta presión sobre el Golfo de México, que inhibe la formación de nubes y provoca un descenso en la precipitación. Al mismo tiempo, los días son largos, la radiación solar alcanza su punto máximo y eleva las temperaturas.

Estudios de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA, por sus siglas en inglés) y del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) han demostrado que los periodos de canícula están estrechamente ligados con eventos de ola de calor, especialmente cuando se prolongan por más de dos semanas.

IMPACTOS REALES: SALUD, INCENDIOS, ENERGÍA

Más allá de las definiciones técnicas, las olas de calor tienen efectos concretos y preocupantes. En mayo de 2023, la CDMX rompió su récord histórico al alcanzar los 34.2 °C, y en estados del norte como Sonora, las temperaturas superaron los 45 °C. En ese mismo mes, la Secretaría de Salud reportó un aumento en los casos de golpes de calor, deshidratación y enfermedades respiratorias.

A nivel global, la situación también es alarmante. De acuerdo con datos de la NOAA, julio de 2023 fue el mes más cálido jamás registrado en el planeta desde que existen registros instrumentales. Europa, Estados Unidos, China y América Latina reportaron miles de muertes asociadas al calor extremo.

Pero el calor no solo afecta la salud. También agrava la sequía, incrementa el riesgo de incendios forestales y pone presión sobre los sistemas eléctricos debido al uso intensivo de ventiladores y aire acondicionado. De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), las olas de calor han aumentado en frecuencia, duración e intensidad desde la década de 1960, y se espera que esta tendencia continúe si no se reduce significativamente la emisión de gases de efecto invernadero.

¿ESTAMOS PREPARADOS?

El maestro politécnico insiste en la necesidad de fortalecer la educación climática y la prevención. “Muchas veces las personas no saben que están en riesgo. Un golpe de calor puede ser letal, especialmente para niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Por eso es importante informar, pero también generar políticas públicas basadas en ciencia”, advirtió. Entre las recomendaciones básicas en temporada de calor están:

• Evitar la exposición directa al sol entre las 11:00 y las 16:00 horas. • Mantenerse hidratado. • Usar ropa ligera y de colores claros. • No dejar personas o mascotas dentro de vehículos estacionados.

UN FENÓMENO QUE LLEGÓ PARA QUEDARSE

Las olas de calor y la canícula ya no son eventos aislados. Son parte de una nueva realidad climática que exige adaptación, información y responsabilidad colectiva. Entender su funcionamiento es el primer paso para mitigar sus efectos y proteger nuestra salud y nuestro entorno.

“El cambio climático amplifica estos fenómenos. Pero si los entendemos y actuamos con base en el conocimiento, podemos reducir su impacto. La ciencia ya nos dio la información. Ahora depende de nosotros qué hacemos con ella”, sentenció.